No me arrepiento de este error

Hace dos años le dije a la psicóloga con la que me atendía entonces que no quería ir más.

Lo dije, claro, en palabras un poco más cálidas y explicativas: le agradecía esos meses y agregaba que sentía que no estaba con la cabeza puesta en el proceso, que no me estaba haciendo mal pero tampoco bien, que tenía la sensación de que era un deber más que algo que quería encarar, etcétera. El tema es que se lo dije por chat. No es correcto comunicar esto así, primero porque, hoy lo sabemos mejor que nunca, nada reemplaza la presencia, pero también porque es desprolijo y no admite mucha repregunta ni conversación. Decidir dejar terapia es parte del proceso de hacer terapia, y decidir dejar terapia por chat es un portazo adolescente en una vida más o menos adulta. Hola, Andrea, no quiero más, chau.

En ese momento, cuando lo conté entre amigos, dije que sabía que no era la mejor manera pero que yo siempre hago las cosas de la mejor manera, al margen de cómo resultan. Hago las cosas bien, soy prolija, cuidadosa, soy sana (en el sentido amplio, el que trasciende el organismo), y que dejar terapia por chat fue mi “permitido”, mi hacer algo de otra forma que no fuera la correcta, y que si me iba a tomar ese permitido con alguna relación no me molestaba que fuera la que mantenía con la psicóloga. En fin, excusas que quedan redondas e impermeables con las que una se engolosina para autoconvencerse de que no fue tan grave.

Soy buena observando y escuchando. Soy buena sacando fichas aunque a veces me paso de viva y encasillo, y eso se solidifica, como con las excusas, y todo se vuelve medio imperturbable: esto es así, así va a ser de acá a que me olvide. Pero cuestionar algo, o a nosotros, molestarnos, es la forma que encontramos varias personas de mejorar, de cambiar nuestro molde. Aún así soy buena observadora, y suelo darme cuenta de cuando una amiga hizo algo sólo por las ganas de mandársela. “Me corté el flequillo en casa”, “le hablé a este ex”, “le respondí tal cosa a mi jefe”. ¿Por qué no preguntó, no pidió consejo?

 

 

————————————————–

Por eso mismo: porque quería hacer las cosas mal. En lo personal, cuando se trata de menudencias, reivindico esa actitud. Qué sano es no ser sano a veces. Qué sano es no hacer todo de la manera correcta. “Lo mejor para vos”, como se estila decir cuando se aconseja ir en una dirección y no en otra, también es aprender de tus errores, hacerte cargo, afrontar las consecuencias.

En inglés hay una expresión que dice “you do you”, que rápidamente podría pensarse como ‘sé vos mismo’, pero en realidad, y como el lenguaje es algo vivo, sería más ‘hacé las cosas a tu manera aunque salgan pésimo’. Más que sé vos mismo, sé fiel a tus modos. Si te sentís cómoda encarando sin haber conversado ni una palabra, you do you; si precisás conocer a alguien un poco antes de concretar un encuentro, lo mismo. Hay convenciones y hay formas consensuadas de hacer las cosas, pero dentro de esas formas hay gente que se maneja distinto y le sale mejor actuar así y no asá. Es por eso que, a veces, preguntar ‘qué le respondo’ nos acartona. Respondele que sí / esperá para responderle / mandale una foto y no le respondas más / respondele mañana y decile que colgaste / respondele ahora pero decile de hablar en unos días para arreglar. Todas variables que vienen con la buena intención de hacernos llegar a nuestro cometido, sea cual sea, pero todas de personas que, quizá y muy probablemente, se manejan distinto a una.

Tengo una amiga que fue madre muy chica, a los 18 años. Ahora tiene 33 y dos hijos. Vive de estampar remeras y organizar fiestas en las que pasa música con su equipo de trabajo. Una vez compartió en instagram un mensaje que le había llegado, que decía algo así:

“Gracias por mostrarme que se puede ser madre y que te guste la joda. Toda la vida me hicieron sentir mal por eso, me hicieron sentir una irresponsable, una mala madre, y desde que te sigo me doy cuenta de que se puede ser una persona a la que le encantan las fiestas y una buena mamá para tus hijos. No son excluyentes”. A esto, mi amiga respondía: “Vos sé vos. Y enseñales a ellos que sean ellos. Con que no lastimen a propósito alcanza”.

A veces tenemos ganas de hacer las cosas de otra forma que no es la ideal, la correcta, y los resultados son pésimos o ridículos o no cambia absolutamente nada, ni para mejor ni para peor. Estaría bueno reivindicar, también, esa voluntad de equivocarse, de ir por el pasto. Lógico, lo que hacemos tiene consecuencias no sólo para nosotros, casi siempre o bastante frecuentemente implica a otros que podemos terminar hiriendo. Pero es muy distinto hacer las cosas con maldad que con margen de error. Es muy distinto el daño como búsqueda que como consecuencia.

No se puede vivir siendo siempre la mejor versión de uno, actuando como se debe, como se espera, en su debido tiempo y tono y cautela. Suena aburrido y agotador; inorgánico y artificial. Uno también es su dejadez, sus pifies. No se puede vivir siendo siempre la mejor versión de uno. Qué poco se aprendería.

 

Texto por Juli Habif

Hace dos años le dije a la psicóloga con la que me atendía entonces que no quería ir más.

Lo dije, claro, en palabras un poco más cálidas y explicativas: le agradecía esos meses y agregaba que sentía que no estaba con la cabeza puesta en el proceso, que no me estaba haciendo mal pero tampoco bien, que tenía la sensación de que era un deber más que algo que quería encarar, etcétera. El tema es que se lo dije por chat. No es correcto comunicar esto así, primero porque, hoy lo sabemos mejor que nunca, nada reemplaza la presencia, pero también porque es desprolijo y no admite mucha repregunta ni conversación. Decidir dejar terapia es parte del proceso de hacer terapia, y decidir dejar terapia por chat es un portazo adolescente en una vida más o menos adulta. Hola, Andrea, no quiero más, chau.

En ese momento, cuando lo conté entre amigos, dije que sabía que no era la mejor manera pero que yo siempre hago las cosas de la mejor manera, al margen de cómo resultan. Hago las cosas bien, soy prolija, cuidadosa, soy sana (en el sentido amplio, el que trasciende el organismo), y que dejar terapia por chat fue mi “permitido”, mi hacer algo de otra forma que no fuera la correcta, y que si me iba a tomar ese permitido con alguna relación no me molestaba que fuera la que mantenía con la psicóloga. En fin, excusas que quedan redondas e impermeables con las que una se engolosina para autoconvencerse de que no fue tan grave.

Soy buena observando y escuchando. Soy buena sacando fichas aunque a veces me paso de viva y encasillo, y eso se solidifica, como con las excusas, y todo se vuelve medio imperturbable: esto es así, así va a ser de acá a que me olvide. Pero cuestionar algo, o a nosotros, molestarnos, es la forma que encontramos varias personas de mejorar, de cambiar nuestro molde. Aún así soy buena observadora, y suelo darme cuenta de cuando una amiga hizo algo sólo por las ganas de mandársela. “Me corté el flequillo en casa”, “le hablé a este ex”, “le respondí tal cosa a mi jefe”. ¿Por qué no preguntó, no pidió consejo?

Por eso mismo: porque quería hacer las cosas mal.

En lo personal, cuando se trata de menudencias, reivindico esa actitud. Qué sano es no ser sano a veces. Qué sano es no hacer todo de la manera correcta. “Lo mejor para vos”, como se estila decir cuando se aconseja ir en una dirección y no en otra, también es aprender de tus errores, hacerte cargo, afrontar las consecuencias.

En inglés hay una expresión que dice “you do you”, que rápidamente podría pensarse como ‘sé vos mismo’, pero en realidad, y como el lenguaje es algo vivo, sería más ‘hacé las cosas a tu manera aunque salgan pésimo’. Más que sé vos mismo, sé fiel a tus modos. Si te sentís cómoda encarando sin haber conversado ni una palabra, you do you; si precisás conocer a alguien un poco antes de concretar un encuentro, lo mismo. Hay convenciones y hay formas consensuadas de hacer las cosas, pero dentro de esas formas hay gente que se maneja distinto y le sale mejor actuar así y no asá. Es por eso que, a veces, preguntar ‘qué le respondo’ nos acartona. Respondele que sí / esperá para responderle / mandale una foto y no le respondas más / respondele mañana y decile que colgaste / respondele ahora pero decile de hablar en unos días para arreglar. Todas variables que vienen con la buena intención de hacernos llegar a nuestro cometido, sea cual sea, pero todas de personas que, quizá y muy probablemente, se manejan distinto a una.

Tengo una amiga que fue madre muy chica, a los 18 años. Ahora tiene 33 y dos hijos. Vive de estampar remeras y organizar fiestas en las que pasa música con su equipo de trabajo. Una vez compartió en instagram un mensaje que le había llegado, que decía algo así:

“Gracias por mostrarme que se puede ser madre y que te guste la joda. Toda la vida me hicieron sentir mal por eso, me hicieron sentir una irresponsable, una mala madre, y desde que te sigo me doy cuenta de que se puede ser una persona a la que le encantan las fiestas y una buena mamá para tus hijos. No son excluyentes”. A esto, mi amiga respondía: “Vos sé vos. Y enseñales a ellos que sean ellos. Con que no lastimen a propósito alcanza”.

A veces tenemos ganas de hacer las cosas de otra forma que no es la ideal, la correcta, y los resultados son pésimos o ridículos o no cambia absolutamente nada, ni para mejor ni para peor. Estaría bueno reivindicar, también, esa voluntad de equivocarse, de ir por el pasto. Lógico, lo que hacemos tiene consecuencias no sólo para nosotros, casi siempre o bastante frecuentemente implica a otros que podemos terminar hiriendo. Pero es muy distinto hacer las cosas con maldad que con margen de error. Es muy distinto el daño como búsqueda que como consecuencia.

No se puede vivir siendo siempre la mejor versión de uno, actuando como se debe, como se espera, en su debido tiempo y tono y cautela. Suena aburrido y agotador; inorgánico y artificial. Uno también es su dejadez, sus pifies. No se puede vivir siendo siempre la mejor versión de uno. Qué poco se aprendería.

Texto por Juli Habif

Hace dos años le dije a la psicóloga con la que me atendía entonces que no quería ir más.

Lo dije, claro, en palabras un poco más cálidas y explicativas: le agradecía esos meses y agregaba que sentía que no estaba con la cabeza puesta en el proceso, que no me estaba haciendo mal pero tampoco bien, que tenía la sensación de que era un deber más que algo que quería encarar, etcétera. El tema es que se lo dije por chat. No es correcto comunicar esto así, primero porque, hoy lo sabemos mejor que nunca, nada reemplaza la presencia, pero también porque es desprolijo y no admite mucha repregunta ni conversación. Decidir dejar terapia es parte del proceso de hacer terapia, y decidir dejar terapia por chat es un portazo adolescente en una vida más o menos adulta. Hola, Andrea, no quiero más, chau.

En ese momento, cuando lo conté entre amigos, dije que sabía que no era la mejor manera pero que yo siempre hago las cosas de la mejor manera, al margen de cómo resultan. Hago las cosas bien, soy prolija, cuidadosa, soy sana (en el sentido amplio, el que trasciende el organismo), y que dejar terapia por chat fue mi “permitido”, mi hacer algo de otra forma que no fuera la correcta, y que si me iba a tomar ese permitido con alguna relación no me molestaba que fuera la que mantenía con la psicóloga. En fin, excusas que quedan redondas e impermeables con las que una se engolosina para autoconvencerse de que no fue tan grave.

 

Soy buena observando y escuchando. Soy buena sacando fichas aunque a veces me paso de viva y encasillo, y eso se solidifica, como con las excusas, y todo se vuelve medio imperturbable: esto es así, así va a ser de acá a que me olvide. Pero cuestionar algo, o a nosotros, molestarnos, es la forma que encontramos varias personas de mejorar, de cambiar nuestro molde. Aún así soy buena observadora, y suelo darme cuenta de cuando una amiga hizo algo sólo por las ganas de mandársela. “Me corté el flequillo en casa”, “le hablé a este ex”, “le respondí tal cosa a mi jefe”. ¿Por qué no preguntó, no pidió consejo?

Por eso mismo: porque quería hacer las cosas mal.

En lo personal, cuando se trata de menudencias, reivindico esa actitud. Qué sano es no ser sano a veces. Qué sano es no hacer todo de la manera correcta. “Lo mejor para vos”, como se estila decir cuando se aconseja ir en una dirección y no en otra, también es aprender de tus errores, hacerte cargo, afrontar las consecuencias.

 

En inglés hay una expresión que dice “you do you”, que rápidamente podría pensarse como ‘sé vos mismo’, pero en realidad, y como el lenguaje es algo vivo, sería más ‘hacé las cosas a tu manera aunque salgan pésimo’. Más que sé vos mismo, sé fiel a tus modos. Si te sentís cómoda encarando sin haber conversado ni una palabra, you do you; si precisás conocer a alguien un poco antes de concretar un encuentro, lo mismo. Hay convenciones y hay formas consensuadas de hacer las cosas, pero dentro de esas formas hay gente que se maneja distinto y le sale mejor actuar así y no asá. Es por eso que, a veces, preguntar ‘qué le respondo’ nos acartona. Respondele que sí / esperá para responderle / mandale una foto y no le respondas más / respondele mañana y decile que colgaste / respondele ahora pero decile de hablar en unos días para arreglar. Todas variables que vienen con la buena intención de hacernos llegar a nuestro cometido, sea cual sea, pero todas de personas que, quizá y muy probablemente, se manejan distinto a una.

Tengo una amiga que fue madre muy chica, a los 18 años. Ahora tiene 33 y dos hijos. Vive de estampar remeras y organizar fiestas en las que pasa música con su equipo de trabajo. Una vez compartió en instagram un mensaje que le había llegado, que decía algo así:

“Gracias por mostrarme que se puede ser madre y que te guste la joda. Toda la vida me hicieron sentir mal por eso, me hicieron sentir una irresponsable, una mala madre, y desde que te sigo me doy cuenta de que se puede ser una persona a la que le encantan las fiestas y una buena mamá para tus hijos. No son excluyentes”. A esto, mi amiga respondía: “Vos sé vos. Y enseñales a ellos que sean ellos. Con que no lastimen a propósito alcanza”.

A veces tenemos ganas de hacer las cosas de otra forma que no es la ideal, la correcta, y los resultados son pésimos o ridículos o no cambia absolutamente nada, ni para mejor ni para peor. Estaría bueno reivindicar, también, esa voluntad de equivocarse, de ir por el pasto. Lógico, lo que hacemos tiene consecuencias no sólo para nosotros, casi siempre o bastante frecuentemente implica a otros que podemos terminar hiriendo. Pero es muy distinto hacer las cosas con maldad que con margen de error. Es muy distinto el daño como búsqueda que como consecuencia.

No se puede vivir siendo siempre la mejor versión de uno, actuando como se debe, como se espera, en su debido tiempo y tono y cautela. Suena aburrido y agotador; inorgánico y artificial. Uno también es su dejadez, sus pifies. No se puede vivir siendo siempre la mejor versión de uno. Qué poco se aprendería.

5 comentarios de “No me arrepiento de este error

    • 2244220163 dice:

      Muy bueno Juli! Me gustó mucho tu mirada de las situaciones reales que nos suceden en la vida. Admiro a las personas auténticas que viven la vida a prueba y error sin malas intenciones

  1. Gerardo dice:

    Gracias por escribir esto y alivianar la carga de quién se equivocó y seguramente lo vuelva a hacer. Leerte es como hablar con una amiga en una charla caminando por algún parque. Un abrazo Juli.

    • MariAli dice:

      Sabes q no sé si se equivoco. En su caso, creo q fue un darse cuenta A veces le damos demasiada importancia a los q ejercen como psicólogos o parecido. Como que son los q saben Cdo en realidad el q mas sabe de uno, es uno mismo. Si la duda es no haber sido “buena” paciente para conformar a mamá ps, eso no le servía. Y a veces, cdo no se tiene tanta fortaleza, contestar de lejos es la mejor manera de no volverse a enredar y preservar esa independencia naciente
      Ay perdón. No es para publicar Creí q solo era un espacio para opinar

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